Carnaval, carnaval, carnaval te quiero...

El carnaval es una de las fiestas del año que más me gustan. Me encanta ver a personajes variopintos atendiendo en tiendas y demás servicios, niños andando hacia el cole con sus mejores galas y sonrisas, grupos que nunca imaginarías ver juntos por la calle en cabalgatas cargadas de color, fantásticas. Allá donde mires se puede ver a pequeños, medianos y grandes divirtiéndose a ser aquello que quieren, vestirse de su personaje favorito o de aquello que les gustaría ser... simplemente jugando y disfrutando de la magia que da un simple disfraz.

Cuando era niña esperaba con gran ilusión esta festividad, tengo que decir que se celebraba mucho más que actualmente. Los colegios e institutos celebraban una gran fiesta en la que las clases se convertían en el texto de pregones de estudiantes hartos de los profesores y de sus materias, una manera festiva de quejarnos y solo apta un día al año. Algo normal si tenemos en cuenta que antiguamente era la fiesta que precedía a la época de cuaresma y austeridad. Luego, con el tiempo, apareció la figura del Rey del Carnaval, un juerguista malhechor,  que se juzgaba y quemaba como inicio del periodo duro que se avecinaba.
Todo aquel que quería se disfrazaba desde primera hora de la mañana, luego se celebraban concursos de disfraces y ¡hasta un guateque al más puro estilo escolar! Luego... siempre nos quedaba el patio para quemar al Rey del Carnaval, disfrutar de un día sin clases ¡y además vestidos de mamarrachos jajajaja!


La situación económica era bastante parecida a la actual, con el agravio comparativo de que los "disfraces confeccionados" valían un ojo de la cara. Recuerdo mirar absorta cada año el escaparate de una tienda en la que solíamos comprar chuches. En casa optamos desde siempre por el DIY para hacer nuestros disfraces. Recuerdo a mi abuela cosiendo cada año los disfraces para mis tías y, a veces, para compañera suyas. Así como disfraces imposibles de ideas creativas que solo mi tía podía tener y que siempre solían ganar el primer premio del concurso de disfraces del cole: racimo de uvas, envase de yogurt, montaña ( con montañeros incluidos)... quizá algunos no fueran muy cómodos pero ¡a originales no nos ganaba nadie! y además ¡éramos la bomba en el cole! Mi madre también nos inculcó esta labor. Cada año solíamos ir con ella ( mi hermana y yo) a comprar las telas para que, ella, pacientemente y siempre acompañada de su leal máquina de coser, hiciera los disfraces de "sus niñas" y además ¡siempre a medida y a nuestro gusto! Son muchos los disfraces que nos confeccionó (algunos sigo conservándolos): egipcia, abeja, vampiresa, pitufina, Miércoles Addams, Peter Pan y Campanilla... ¡muchas gracias mami!
 

Con los años aprendí a hacer mis propios diseños, aunque siempre requiero la ayuda de mi supermamá para los detalles. El año pasado mismo, no sabía de qué disfrazarme... " Con este pelo -me dije- de leona, va, ¡total me lo solían decir en el insti! jajaja!" Me hice una diadema con unas orejas de tela de peluche marrón y una cola de la msima tela, una camiseta y leggins del mismo color y... mami me ayudó a acabar mi look con unas botas fantásticas y me cosió bien la cola a la camiseta. Maquillaje by mi misma y ¡hecho!

Este año estuve barajando varias posibilidades para el disfraz pero al final opté por algo de un tema del que nunca me había atrevido, así que me puse manos a la obra a crear mi disfraz de sweet skull, de esqueleto dulce podríamos llamarlo...  Me hice a modo DIY unas plantillas de los huesos del esqueleto que pinté con spray blanco y pintura encima de una camiseta y unas leggins negras. Luego tocó borrar detalles del spray con rotulador negro, me hice un sombrero de cartulina y detalles en mi guadaña con una tela idónea, un poquito de maquillaje y ¡así que me planté en la office! Os dejo alguna foto del proceso y del resultado, espero que os gusten. ¡Hasta pronto!

 

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